¿Has pensado qué vas a hacer si no alcanzas la nota suficiente para entrar en la carrera que quieres?
Este es el título del capítulo 11 del libro Filosofía en la calle, del autor Eduardo Infante. Es un libro que recomiendo ampliamente a todo el mundo y fue el responsable de introducirme al mundo de la filosofía.
Antes de entrar de lleno, me gustaría dedicar esta entrada a una persona muy especial para mí: Kai.
Solución 1: Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (480–524)
Fue un filósofo romano del siglo V que nació en una familia acomodada y poderosa del Imperio romano. Fue un estudiante destacado, tradujo a grandes filósofos como Platón y Aristóteles del griego al latín y era una persona amable. Gracias a la obra La República de Platón, se interesó por la política y fue nombrado cónsul, el cargo político más alto, solo por debajo del emperador.
Tenía una vida envidiable y la fortuna le sonreía… hasta que el emperador Teodorico sospechó que algunos senadores estaban conspirando contra él. Irrumpió en el Senado con su guardia; Boecio subió a la tribuna para intentar hacer entrar en razón al anciano emperador y defender a sus compañeros. Pero la cosa no solo no salió como esperaba, sino que, tras su intervención, el monarca creyó que Boecio era quien lideraba el complot. Fue encarcelado bajo cargos de traición y sacrilegio por usar las matemáticas y la astronomía en contra de Dios. Nadie lo defendió y fue condenado a muerte.
El problema es similar: él estaba en su mejor momento cuando de un día a otro fue condenado por un crimen que no cometió. Tú, por llevarte “semanas de chocolate” (notas bajas), quizás no alcances el promedio o la nota para entrar a la carrera que quieres.
¿Cómo lo solucionó él? Con la filosofía. Entendió la fortuna a través del mito de la rueda de la diosa Fortuna.
Según el mito, la fortuna es un ciclo: vienes del mal, subes al bien, alcanzas la cima... pero tarde o temprano, la diosa girará la rueda y te bajará de esa posición. Boecio entendió que es tonto hacer depender tu felicidad de algo tan inestable y efímero como la fortuna, y que es mejor disfrutar en el momento de esa buena posición y enfocarte en las cosas que sí puedes controlar, en vez de agobiarte por lo que no.
Mis observaciones/reflexiones de la solución 1:
Me parece muy ad hoc esta perspectiva, ya que yo soy materialista dialéctico y entiendo que los conceptos metafísicos o ideales como lo es la fortuna no son más que el resultado de la constitución de condiciones materiales que te anteceden y co-determinan.
Considero absurdo el mito de la meritocracia moderna que el neoliberalismo se ha encargado de interiorizarnos: donde gozas del mérito de tus logros, pero también de la culpa de tus derrotas, cuando no todos tus logros y derrotas dependen de ti. No eres procrastinador porque quieres. Es ilógico creer que la fuerza de voluntad es suficiente para combatir a miles de programadores, mercadólogos y sociólogos diseñando redes sociales que te enganchen. Es lógico que no puedas estudiar si tienes hambre porque no pudiste desayunar o porque tienes que hacer tres horas de camino a la escuela.
Hay condiciones materiales que te superan, y sería absurdo adjudicarte consecuencias por lo que no controlas. Creo que si algo hay que reconocerle a esta postura es justamente ese ámbito: que no te afecten las cosas que no dependen de ti, y disfrutar de aquello que sí puedes llegar a controlar.
¿Solución? 2: Arthur Schopenhauer
Para Schopenhauer, vivir es desear, y como desear es sufrir, la esencia de la vida es el dolor. Cuando, por ejemplo, te duele una muela, no sientes la salud del resto de tu cuerpo, solo el malestar en la boca. El dolor es la esencia de la vida.
Por eso, no deberías decepcionarte si no te quedas en la universidad o carrera que deseas. Esa felicidad que crees que te dará es falsa. Es como en tu infancia, cuando en la noche de Reyes te ibas a dormir deseando despertar con el regalo soñado. Si era otra cosa, especialmente una pijama, sufrías. Y si obtenías lo que querías, también sufrías, porque al cabo de un tiempo descubrías que tu juguete no te colmaba y nacía un nuevo deseo.
¿Y si la carrera universitaria fuese como ese juguete que tanto deseabas?
Puede que hayas pensado que cuando termines el bachillerato y entres a la universidad serás feliz, pero te sentirás tan incompleto como ahora.
Algunos de los consejos más rescatables, a mi parecer, que da Schopenhauer en su libro El arte de ser feliz son:
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Incorpora uno de los principios del budismo: deja de desear. El dolor solo desaparecerá si eliminas su causa.
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Elimina la envidia de tu vida: ¿qué sentido tiene si nadie es realmente feliz? Desear otra vida es solo querer cambiar unos problemas por otros.
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La única propiedad que verdaderamente debes esforzarte por conseguir son los amigos. Pero ten presente que solo se pueden poseer si uno se convierte, a su vez, en propiedad del otro.
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Nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud: come sano y haz deporte.
Mis observaciones/reflexiones de la solución ¿2?:
Pongo “¿solución?” como pregunta porque difiero en gran parte con esta postura. Me parece que es una cura al síntoma y no a la causa. Además, es una cura poco práctica para mi gusto, aunque se puede refinar hacia una forma más tranquila de vivir sin caer en el pesimismo absoluto.
Solo recalco y valoro dos de sus consejos:
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Esfuérzate por conseguir amigos y acepta ser su propiedad, así como ellos serán la tuya.
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Come sano y haz ejercicio.
Solución 3: Gottfried Wilhelm Leibniz
Un matemático muy reconocido por su optimismo, especialmente en el ámbito político. Su optimismo venía de su filosofía:
Nuestro universo es racional, ordenado y está lleno de sentido. Todos los seres que lo integran están relacionados de manera armónica, desde lo infinitamente pequeño hasta lo más grande. Todos formamos parte de un gran sistema que funciona como un reloj suizo. Tu vida y los acontecimientos que la conforman tienen un sentido dentro de ese enorme todo.
Leibniz no niega el mal; sería absurdo decir que el fracaso es un bien, pero lo que sí es cierto es que, analizado de manera no aislada, sino dentro del conjunto, descubrirás que el mal es solo aparente.
Para él, todo lo que ocurre tiene una razón para existir. Como buen matemático, aplicó la lógica a la vida y creyó descubrir que este es el mejor de los mundos posibles.
Dios —una especie de arquitecto especialista en reformas— contempló en su mente todos los mundos posibles antes de crear el mundo real, y eligió el mejor posible. Es decir, el que incluye el menor número de males imprescindibles para que todo funcione.
Quizá esto no te convenza del todo. Tal vez te preguntes si Dios no podía habérselo currado más y haber creado un mundo sin mal en el que tú no fracasaras. Pero Leibniz argumenta que existen grandes bienes que están lógicamente unidos a ciertos males.
Por ejemplo: a todos nos encanta una buena comida, pero para disfrutarla al máximo es necesario pasar por el sufrimiento del hambre.
Sin esa sensación, no hay goce.
Para él, el libre albedrío es un gran bien, pero inevitablemente conlleva el mal de equivocarnos.
Mis observaciones/reflexiones de la solución 3:
Estoy de acuerdo con el resultado, aunque quizás no totalmente con el proceso. No creo en ninguna “fuerza superior” ni en un “plan de Dios”, en el sentido religioso. Pero sí creo que, en retrospectiva, es más fácil apreciar las tragedias de la vida.
El mal que viene por no quedarte en la carrera que querías es solo un sesgo de encuadre dentro de una muestra muy pequeña de tiempo. Parece más grande porque lo estás viviendo ahora, pero con el tiempo, se irá difuminando. La tragedia se convierte en recuerdo, en anécdota, en aprendizaje.
Conclusión:
Yo tengo mis propios criterios críticos sobre este problema, pero creo que entre más posturas y soluciones tengamos, mejor.
Eso sí: hay que tener presente que no todos los problemas individuales tienen soluciones colectivas.
Como lector, te invito a desarrollar y aceptar la solución que más pleno te deje.
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